lunes, 28 de mayo de 2012

ESCRITOS A MANO, O LAS MUCHAS TRAVESÍAS DE ESTHER SELIGSON



Por Mijail Lamas

Escritos a mano, de Esther Seligson
Editorial JUS
Pág: 236
Serie: Contemporáneos

Voy a enfrentarme a esta página parpadeante y eléctrica para hablar de Esther Seligson, así que antes debo hacer una precisión, esto no es una reseña, sino una de las formas de la devoción. Así que frente a esta computadora, este aparatejo que nunca fue digno de su confianza, estoy por hablar sobre un libro de ella.

Esther Seligson se enfrentaba al ejercicio íntimo de su escritura (la ficción, la poesía y sus diarios) escribiendo a mano, luego pasaba sus escritos, casi sin un error, en su Olivetti color beige, esa que cargó desde Portugal hasta su departamento en la colonia Juárez. Esa máquina con un teclado inusual, con virgulilla, acento circunflejo y cedilla; esa máquina que denotaba una modernidad obsoleta, y que un buen día decidió regalarme con su respectiva dotación de cintas rojinegras.

Los garabatos de Esther Seligson inundaron el  papel de libretas que venían de todas partes, cuadernos de pastas azules y gruesos renglones que trajo de Israel, amarillentas hojas que sobrevivieron de sus viajes a la India y el Tíbet, delgadas hojas de una libreta que compró en Lisboa, tal vez en la Rua dos Douradores, la calle preferida de un tal Fernando Pessoa.

De esos cuadernos nace Escritos a mano, más que un libro, un prodigio en su variedad de matices e intenciones, en él “todo es invitación a prepararse para entrar en un mundo radicalmente distinto…”.

Su naturaleza fragmentaria no bosqueja, pinta en pocos trazos y de manera deslumbrante las expresiones de los personajes que lo habitan, vuelve palpable cada uno de los escenarios en los que se sitúa, revela la textura de cada una de sus obsesiones y deja al descubierto la poderosa personalidad de su autora.

En estos escritos a mano no hay géneros puros, las narraciones van del ensayo a la prosa poética con la naturalidad que les proporciona el genio de esta escritora que nunca aceptó las ataduras de lo convencional. Pongamos por ejemplo el cuento “Mendiga de São Domingos”, donde desarrolla de nueva cuenta el ciclo de la diosa madre, que está muy presente en Todo aquí es Polvo. El cuento le sirve de pretexto para discurrir con nuevo lustre sobre una de sus más caras obsesiones, el culto de la triple diosa, de tal modo que su escritura no es un simple ejercicio estético, sino consumación de los misterios y preparación para el viaje:

Todo plazo ha de cumplirse necesariamente y a Tu clemencia apelo, Reina y Señora de Todo lo Existente, acógeme sacrificio funerario en Tu bosques de álamos y sauces, y permite que se desprenda libre y gozosa mi alma hacia Tu Luz mientras la nieve sepulta mi cuerpo en el seno de las sombras purificadoras.
Amén…

En este libro también hay poemas, en ellos prevalece la rima asonante tan despreciada por los poetas, pero a la que le debe su popularidad Jaime Sabines. La versificación de estos poemas no responde al ritmo de la acentuación prosódica, la tradición hebrea pesa mucho más, así que su ritmo constantemente se respalda en la versificación paralelística que no atiende a la reiteración fónica, sino a la reiteración del pensamiento:

Yo soy mi propio mar
el barco en que navego
el puerto la escala
el adiós el encuentro
el viaje y el trayecto
no hay enrancia
sólo un perpetuo zarpar.

La estructura de estos poemas también resulta interesante en su exploración, especialmente en “Intemperie”, poema al que atraviesan tres distintas lecturas, 1) la anecdótica, 2) la que reflexiona sobre el decir del poema y 3) la que reuniendo las dos anteriores da cuenta del despojamiento al que nos somete la muerte.

Sé que es un lugar común
pero voy a decirlo
-desgajaron de raíz el árbol-
con esas palabras y no otras
-de raíz el árbol guardián de la calle-
sencillas y claras
-el árbol donde trepabas niño-
como las líneas de dolor
que su ausencia súbita trazó
-el árbol a cuya sombra
tantas infancias anidaron-
desde la raíz hasta las ramas
lo desgajaron
la calle tan desnuda
huérfana…

Escritos a Mano también nos muestra los múltiples universos que conviven en la escritura de Esther Seligson, la dualidad de la cultura mexicana y la hebrea y sus paralelismos que se lee en “De ciudades santas y tierras prometidas”; de su búsqueda de la espiritualidad manifiesta en todos los lugares que visitó, así fuera París, Jerusalén “poblado de plegarias” o el Tíbet, donde comprendió “cuán real es el mito universal de un centro originario común”.

La lógica que rige la escritura de Esther es “intuitiva, multidimensional y polisémica”, leerla es “permitirle a lo insólito entrar libre y gozosamente” a través de nuestros sentidos, es aprender “que la escritura es la única Tierra Prometida que le espera al escritor, y el Libro la única ciudad santa que le da cobijo”.

No hay comentarios: